El Bibliotecario, cansado, se sentó sobre una gran piedra plana que encontró; la ciudad no era la misma, el mar [el mal] la había barrido, y ahora lucía algo desolada. Pensó en el Manierista, en los diálogos que acostumbraban a tener en la juventud; no lo extrañaba a él, se extrañaba de su repentino anexionismo, de esa nueva pasión suya que incluía alquimias para la reina. Más de una vez se había burlado pensando en aquella mole inmensa de la reina sobre la magritud de su cocinero; pero en esos mismos momentos, más hondo aún en su alma, recordaba que era lo que había preferido. El, en cambio, paseaba su fracaso sobre las sombras de la ciudad que había levantado; pero el otro descansaba en su esclavitud aparente, asegurada por aquellas cadenas que seguro le parecerían livianas.
Sacó el viejo recetario que había logrado retener cuando la reina secuestro a su amigo, y de entre sus páginas cayó un pedazo de papel gastado; era un fragmento del códice, el gran misterio que los traía a todos de cabeza, pero no importante, pues sólo reproducía una parte de la Biblia. Recordó las palabras misteriosas del Manierista, que entonces le habían parecido desdeñosas y soberbias; "no existe secreto en el Códice —había dicho el amigo—, la Verdad no se oculta; sucede que es tan leve como el éter, y como el éter lo permea todo, es por esa sutileza que no se la ve". El fragmento bíblico del Códice sólo citaba a San Pablo.
Tuesday, July 20, 2010
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Se acerca el final del Códice. El Bibliotecario será el primer sorprendido. No podemos adelantar nada más.
ReplyDeleteEl bibliotecario, un papel en las sombras, un códice. Una gran verdad. No puedo decir más. Al que tenga ojos que vea.
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