Saturday, November 28, 2009

El Bibliotecario de Alejandría I


El Código Rosa

No era exactamente un bibliotecario, sino un escritor eminente y extranjero; pero aunque nadie pudo decir nunca de dónde ni cómo llegó a Thamacún, lo normal era que se aceptara a la gente sin hacerles muchas preguntas. Todos venían del mismo sitio, formaban parte del gran éxodo; por eso el silencio era carta de identidad suficiente, como una materialización repentina en el aire. Pero el bibliotecario tuvo un azaroso y singular exilio, que lo llevó incluso a esa profesión que nunca había comprendido ni respetado; cuando recorriendo la localidad de Nuevo Songo en busca de testimonios para una novela, hubo de cuestionar la legitimidad de su sistema político y hasta la de su soberana Leididi Usnavi de Burundanga.

Fue así que lo deportaron a West Songo, un territorio incorporado en la Necrópolis de Alejandría; en el que se había fundado una comunidad llamada West Havana, invadida por las locuras expansionistas que siempre afectan a la gente del Este. En una de las catacumbas de la extinta West Havana se habían encontrado unos extraños manuscritos; escritos al parecer en una lengua desconocida, y que el bibliotecario pronto descubrió que sólo se trataba del Código Rosa. A diferencia del Código Verde, propio del espionaje vaticano, el Rosa era un método de Contraespionaje; que había sido inventado a mediados del siglo XX para burlar las cansonas insidias del vulgo, que no aceptaba la discusión de temas importantes.

Con el Código Rosa, por ejemplo, los interesados podían discutir sus temas más complicados; el que los observara pensaría que estaban hablando banalidades comunes, y que por tanto no eran peligrosos. Alguien podía decir, siguiendo el ejemplo, que un autor era capital a la historia del universo; rápidamente otro entendido traducía el texto, y comprendía que se trataba de un autor prescindible por completo. También a la inversa, bastaba descalificar a alguien con el apelativo de metatrancoso; ya sólo con eso, los entendidos en la materia sabían que estaban hablando incluso de un Trascendentalista, un miembro de esa secta excelente que daba culto a la inteligencia.

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