Dice un viejo refrán que la diferencia entre los niños y los adultos está en el precio de sus juguetes; luego, cuando estos precios se acercan, ha de pensarse en el peligro de infantilismo. No se trata de dudas ante el humor, sino de la naturaleza de ese humor; que en unos casos puede ser insistencia en los placeres de la infancia, y en otros pueden ser placeres de madurez. Uno de ,los mitos más dañinos de la Modernidad ha sido el de la eterna juventud, que no pudiendo satisfacerse con la mítica fuente opta por nuestros espíritus. Pero esa búsqueda del niño interior es también por nuestras torpezas de infancia, no sólo de aquellos juegos que hoy han de ser necesariamente aburridos; porque el espíritu joven sólo puede jugar con cosas que nos aburren, con las que ya estamos cansados de jugar; y al mismo tiempo, si se impone, trae consigo su condición de inexperto. Se trata de que las heridas del crecimiento nos deparan otros placeres, como los de evitar ciertos errores; a los que inevitablemente volveremos si insistimos en seguir siendo jóvenes, como esas jóvenes promesas de la poesía que lo siguen siendo a los 50 años.
Al síndrome de Edipo podría añadirse el menos glamoroso de Pedro Cazuela, no ya el de Bastian Baltasar Bux; y campanilla, como la vida salvaje que late, puede seguir llamándonos por siempre al crecimiento con sólo reconocer la verdad de su sentimiento, sin que consintamos en ello. Qué pasaría si los habitantes de Cumberland se aburren de su nuevo juguete, esa es la cuestión aquí; porque de seguro seguro, si el juguete viene de la infancia, ya va a ser aburrido. Antes que eso puede ser interesante indagar en las ciertas posibilidades existenciales del hecho Tamacún; esa ficción, como literatura, sería hasta un cumplimiento del esfuerzo patafísico que aún intentan ciertos realistas y surrealistas. En cambio, reducirlo a la banalidad de un juego de bolos como el de Rip Van Winkle puede atentar contra lo más importante que tiene; de hecho, contra lo único que probablemente tiene, y es su facultad de despertar interés real entre adultos que no quieren volver a ser niños. Wendy, la realidad, es un peligro para Pedro Pan; Campanilla lo salva, pero en verdad lo reclama para sí, y él no responde. Si Peter Pan no crece está condenado a defenderse del Capitán Garfio, que es entonces el reclamo de su propia madurez no asumida; no por gusto al Capitán lo vuelve loco el sonido del reloj, será que le recuerda que ya está tarde y ese chiquillo sigue en Nunca Jmás
Sunday, November 1, 2009
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Ese galimatias es tan aburrido que pocos pasaran del segundo parrafo.
ReplyDeleteEso se llama adultez?
Yo mas bien diria adustez.
Sorry, Anonimon!
Soy yo de nuevo. El mismo de antes. La regla de oro de escribir para internet es hacer parrafos cortos y sintetizar las ideas. Quise leer pero no pude. Muy denso y ademas cantinflesco. Sorry.
ReplyDeleteA usted no la basta una vez sino que tiene que repetir, apliquese sus reglas usted mismo y deje al resyo en paz
ReplyDelete¿Es cierto, Anonimón, que Westh Havana cayó en poder de los adversarios?
ReplyDeletehttp://cubainglesa.blogspot.com/2009/11/nuevo-songo-canta-victoria.html