Tuesday, September 21, 2010

El Bibliotecario XVI

Había escuchado los rumores, pero la chiringa con un mensaje cifrado que temblaba en las manos del Bibliotecario no era un enemigo rumor; era una certeza, era un llamado de auxilio de su antiguo amigo, el Manierista, que veía como la abundancia de su amada se petrificaba en rugosos nudos. Era lógico y natural, pero eso lo sabía él, que manejaba los secretos que los antiguos habían puesto en libros; no su amigo, que sabía los secretos que los antiguos habían puesto en los platos con que encantaban como magos a quienes quisieran. Nadie comprendía lo que pasaba en Nuevo Songo, la capital imperial; los más listos y sagaces lo achacaban a brujería rencorosa de la princesa Senefelda, sólo que hasta los más listos y sagaces se equivocaban, porque lo que pasaba en la sede del imperio era la consecuencia del más terrible de los accidentes.

Así como los ojos azules de Victoreto habían sido letales para él, lo eran ahora para el imperio; era la repetición del problema de Medusa, sólo que sin Perseo ni la inteligencia de Atenea para solucionarlo. El general Victoreto, más conocido como el letal, se había desvanecido de Alejandría con la concesión del Ducado; hasta se rumoraba que la famosa y controvertida Queeny de Palazzo en realidad había muerto, y que las columnas sociales de Crónicas de Nuevo Songo las escribía Victoreto, que se travestía en la conocida fiebre los sábados en la noche; e incluso se le atribuían flirteos con un estafador que había querido establecerse como historiador en Nuevo Songo, y que con mañas había logrado que lo nombraran Poeta Nacional del islote.

Lo que pasaba en Nuevo Songo, sabía el Bibliotecario, era que Victoreto se había tropezado con sus propios ojos; era la locura del azul que había vencido al Bibliotecario mismo, inevitable en aquellos juegos florales en que se divertía ahora, olvidando la huella profunda que dejara atrás, el corazón que había herido. Era apenas natural y lógico, pero quién le corta la cabeza a una gorgona; bueno, claro, sólo él, el Bibliotecario, podía atreverse a tanto, y estaba Victoreto de por medio, aquellos ojos más que la profundidad misma de Nuevo Songo.

Es, más peligroso que nunca, El Códice, Thamacún!

2 comments:

  1. Senefelda. La cosa apunta a Senefelda. Esa mueve hechicerías mandingas mezcladas con encantamientos teutones. Por ahí va la cosa.

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  2. Si no vieron que ella es Manicuri?, seguro hizo brujeria con las cuticules colectadas a media noche y con luna llena.

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