Monday, January 16, 2012

Los gimnosofistas

Enterró el ejemplar de las Lilíticas junto al Libro de los Placeres, ya no le dirían Bibliotecario ni Manierista; ahora era Bên Zohar, y se río de los peces de colores mirando a los gimnosofistas, que a lo lejos se ufanaban de predicar las prédicas perdidas de Conny Méndez. La aparición de aquella secta le pareció graciosa en su estupidez, un verdadero caso para Sherlock Holmes; pero un Sherlock intelectualista como ellos, dedicado a perder el tiempo en la pretensión disfrazada, no para él, que era un hedonista consumado. Podía recrearlos, pero sobre todo para asombrarse con aquella fe en una metafísica popular elevada a tesis de postgrado; pero no se atrevería nunca a juzgarlos, si acaso a disfrutar de sus ingenuidades, porque todo merece respeto en esta vida, incluso aquella gestualidad grandilocuente.


Habían aparecido con la disolución del Hecho, corrompido con el último bostezo de Belcebú; y la memoria del ídolo cananeo lo estremeció por dentro, recordando también que el nombre correcto era Baal Cebú, el Señor de las moscas. Que incluso la literatura bíblica pudiera anticipar a una novela del siglo XX no era tan asombroso, no para él; sí lo era aquella persistencia, en que la gente insistía en no darse cuenta, como si no supieran que su ignorancia era culpable, porque era una actitud consciente. El bostezo prepotente de Belcebú había corrompido las fibras argénteas del Hecho, y a la desaparición del Mago habían respondido con la entronización del Demagogo; era un pobre profesor sin empleo, que afirmaba haber encontrado los manuscritos originales de la venezolana más vendida de todos los tiempos; y que aunque en principio los había enarbolado como autoridad para denunciar la falsedad del Hecho, al final los usaba para demostrar su consistencia. El viraje no pasó desapercibido para nadie, pero se trataba de recuperar la utopía; porque había que reconocerlo, aquel había sido el tiempo de la felicidad, que sólo la torpeza del Prócer había diluido en la nada con su falta de demostración suficiente.

Ahora estaban allí, a lo lejos, sombras de la luz que fueron, renegando de lo que habían apoyado fervorosos; por eso creyeron en el sofista, que les dijo que si saltaban con suficiente fuerza lograrían caer dentro de sí mismos, y así saltaban y saltaban. Aburrido de verlos saltar sin mayor sentido, se dispuso a esperarla a ella; sabía que regresaría, que no podría evitarlo, jamás podría negarse al placer de vivir que había conocido.

1 comment:

  1. Acabo de llegar de un largo viaje, de consultar oráculos del mundo antiguo, de caminar los recodos perdidos en los mapas. Escuché decir en unas de las paradas que Bên Zohar es conocido como Zohar, el Restaurador. ¿Será porque viene a restaurar el Hecho? ¿O sólo prepara los caminos para Aquel que no es digno de desatarle las correas?

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