Sunday, April 11, 2010

El Maremoto

La mer, la mer, toujour recomance...
M.
Todavía hurgaba el escriba entre los viejos pliegos cuando escuchó el rumor, inconfundible; ni siquiera sabía de dónde sacaba aquella conciencia de lo que se avecinaba, como si un escondido gen le alertara de aquel peligro específicamente. Era el peligro del que habían huido siempre los habitantes de Thamacún, la sombra que persigue al Gran Salto para restarle alturas; y que en su constancia se había grabado en la memoria de historiadores y antropólogos, como la oscura indeterminación por la que todo lo que se originara en la Isla Grande se frustraría siempre.

El mar, era el mar —y ahí recordaba a Mallarmé— como un peligro, en su fuerza desoladora y latente; y ahora se revolvía ahí afuera, con ese ruido sordo que sólo los torpes podían atribuir a la cháchara banal de los demás. Era el fin, de eso no había dudas, era el mar, el mal; que era también la guadaña de la Muerte preparando los campos para otra siembra, que nunca sabrían si sería mejor. Esta vez, por lo pronto, todo estaba perdido; el mar —el mal— pronto lo invadiría todo, lo ahogaría todo, incluso a él si no se apresuraba un poco. Tenso pero calmo, conteniendo el nuevo temblor de sus manos, sólo rescató una oración a Santa Elvira y un mensaje cifrado del cronista de Nuevo Songo, por el que se sabía apreciado; con veneración dejó el resto de los papeles donde estaban —dentro de poco ya no valdrían nada— y se encaminó a la salida.

"West Havana —pensó—, tanto pelear por ti, por tu belleza; tantas luchas, enfrentar la soberbia vulgar de Leidi Di Usnabi, la prepotencia del General Victoreto; tanto, tanto, tanto, para que ahora el mar —el mal— te reclame y pueda poseerte". Afuera el salitre invadía con su olor yodado las calles de Alejandría, que pronto sería cubierta por el mar —...el mal—; y encomendándose a Santa Elvira buscó las afueras de la ciudad, para dirigirse a la vieja montaña y volverse ermitaño. "Sí —pensó—, la montaña es un buen lugar para esperar infinitamente; al menos si no se tiene otra intención que la de mantenerse ajeno a esos asuntos de los humanos, tan allegados al mar, al mal, que sin embargo.... toujour recomance.