Thursday, December 10, 2009

El bibliotcario de Alejandría-III

Textos Arqueológicos

Un documento que llamó especialmente la atención del bibliotecario, relataba una historia atribuida a un líder de Cumberland; pero lo curioso era que coincidía con otra, supuestamente mucho más antigua, y propia de la religión católica. Según el expediente que sostenía el bibliotecario en sus manos, hubo un prócer de Cumberland que predicaba la paz y el amor; y con esa fe de los fanáticos en su prédica, no dio crédito a las burlas que lo rodeaban. Un día en que se dirigía a una biblioteca municipal, se dio cuenta de que estaba tomada por los Profesores; eran los sacerdotes de una nueva religión emanada de la Isla grande, y que decían era dedicada a la inteligencia. En realidad parece que se trataba de unos estafadores, como aquellos del cristianismo primitivo, los Simoníacos; que imitando los cultos de los Trascendentalistas, habían logrado llenar el territorio de pequeñas capillas, a las que llamaban Talleres Literarios. Los Profesores eran los sacerdotes del nuevo culto, y los Talleristas sus crédulos seguidores; pero según los documentos, todos ellos no pasaban de meros comerciantes, que según se comentaba celebraban orgías no muy secretas, en las que se dedicaban a aplicarse champoo unos a otros.

La cosa no habría pasado a mayores, puesto que el prócer era un pacifista; pero ya los Talleristas llegaron al punto de prohibir el Trascendentalismo, y habían cambiado sus liturgias a una forma popular que ellos llamaban "Banalidad". Relataba el documento que hastiado de todo aquello, el Prócer se llenó de ira; dio gracias a Dios por haberle descubierto su humanidad, y la emprendió a rebencazos con Profesores y Talleristas al grito de "No hagan de la casa de mi padre un comercio".

El paralelismo asombró una vez más al bibliotecario, que pensó si Thamacún no sería un arquetipo; Thamacún, una ciudad eterna que se materializa en ocasiones excepcionales, y de la que vendría esa casta de privilegiados, repitiendo las mismas acciones porque enfrentaban las mismas situaciones. De ese modo, en Thamacún volvían a mezclarse los hombres; unos aristócratas y perfectos que le eran propios, los del Oeste feliz, y otros vulgares que los pretendían, los del pérfido Este.